Pedro Sánchez no puede más, nosotros tampoco.
Pedro
Almodóvar hace una pausa en el rodaje de su nueva película para reflexionar
sobre las reacciones al anuncio del presidente del Gobierno de emplear unos
días para tomar una decisión sobre su futuro
Pedro Almodóvar.
Vivo
encerrado en la película que estoy rodando, la realidad ocurre muy lejos de las
localizaciones donde ruedo, mi cerebro no registra ningún dato, por pequeño que
sea, que no tenga que ver con el rodaje. Son meses de preparación y semanas de
rodaje y empiezo a notar el cansancio. Anoche, cuando llegué después de una
interminable sesión de fotos para la promoción me topé de bruces con la carta
de Pedro Sánchez en televisión y me eché a llorar. El cansancio me provoca esta
hipersensibilidad y me debilita frente a cualquier emoción. Recuerdo en alguna
conversación con amigos, no hace mucho, comentar nuestra extrañeza de que
nuestro presidente no se hubiera plantado ya y nos hubiera mandado al infierno,
por utilizar un eufemismo. Esta carta abierta no es una sorpresa. No existe ser
humano que resista lo que el más resistente de nuestros presidentes ha estado
sufriendo los últimos años, en una escalada que supera todo lo imaginable. No
me extrañó que se rompiera y me provocó tal indefensión que me puse a llorar
como un niño.
Pedro
Sánchez tiene derecho a irse y abandonarnos a nuestra suerte. No nos lo
merecemos, como no nos merecíamos en la alcaldía de Madrid a Manuela Carmena.
Me
puse a ver la televisión y me sorprendió la falta de empatía de los
representantes de los medios ante un gesto que nos muestra a un hombre
brutalmente herido y roto. Era el ser humano el que escribía la carta de no
puedo más, dejadme que lo piense unos días para no actuar en caliente. Parece
que a Pedro Sánchez no se le reconoce su humanidad, está obligado por su cargo
a ser sobrehumano.
No
hay palabras que puedan calificar, al menos no se me ocurren, lo que está
ocurriendo: un seudo sindicato pone una denuncia basada en recortes de
periódicos ―muchos de ellos ya se ha demostrado que son falsos― y un juez la
admite a trámite. Es tan inaudito (tan peligroso para nuestra democracia) que
pone al límite la capacidad de resistir de una persona quemada por años de
resistencia. No hay nada más dramático y comprensible que el gesto del
presidente. Imagino cómo se sentía (el mismo día en que la denuncia ya había
sido tramitada y él ya había tomado la decisión de tomarse unos días) cuando
Rufián le preguntó en el Congreso si creía en la justicia, y Sánchez haciendo
de tripas corazón tuvo la tristísima elegancia de decir que sí, que seguía
creyendo en la justicia.
Actualmente
existe una nueva técnica para derribar al adversario político, acosarle
mediática y judicialmente hasta quebrarle emocional y judicialmente, que no
soporte más presión. Es una estrategia que no tiene ninguna relación con la
política, en ningún momento se ponen en valor los resultados de la gestión del
presidente. Es una técnica basada en la crueldad y la tortura psicológica
personalizada de la víctima, que se complementa con la tergiversación y
manipulación, y que cuenta con la connivencia de uno de los poderes del Estado
tan importante como el poder judicial.
Como
ciudadano y como demócrata que esto ocurra resulta devastador, porque pone en
peligro nuestra exigua democracia, ya de por sí mermada e imperfecta. Todo lo
que está ocurriendo es gravísimo y nos concierne a todos los ciudadanos y a los
partidos políticos que hace tanto tiempo se han olvidado de nosotros.
Nos
esperan cuatro días de mucho ruido e incertidumbre, de impaciencia y de
escuchar muchos disparates, ya se están empezando a oír. Yo no estaré aquí para
cuando el lunes Sánchez nos comunique su decisión. Estaré en Nueva York
terminando de rodar mi nueva película, aislado. En esta soledad me pregunto si
la izquierda, que espero dolorida, se despertará de su pesadilla y estupor y
organizará algún acto de apoyo a nuestro presidente y demostrarle a la otra
España que somos muchos, tantos como ellos. Este momento merece un ¡BASTA YA!
rotundo, furibundo. Qué es lo próximo que ocurrirá, tanto si dimite Sánchez
como si se queda. No quiero ni pensarlo. No puedo. En estos momentos, mi
corazón está con el presidente y su familia.
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